La mala suerte de los galgos siempre ha ensombrecido a una raza generosa y fiel. Los abandonos y las tácticas crueles que utilizan los cazadores y galgueros para deshacerse del animal cuando ya es viejo y no es válido para la caza o cuando es joven y no pasa el examen que a su juicio debe pasar, es cada vez más habitual y sigue sin penarse por ley. Las asociaciones recogen de los campos y de las calles galgos vagabundos, raquíticos, con sogas en los cuellos de haberse librado de algún ahorcamiento..galgos que difícilmente se dejan coger del enorme miedo que sienten hacia el ser humano.
Una de estas asociaciones, El Albergue de Sevilla, recibió hace unos días un aviso de alguien que dijo que había un perro en un contenedor, estuvo chillando toda la noche porque estaba herido y no podía salir. Nadie la ayudó. Era un galgo, una pequeña hembra. Se la encontraron a la mañana fría y rígida como un témpano envuelta en una bolsa de basura pero con un atisbo de luz en los ojos. La llevaron al veterinario sin saber si podrían salvarle la vida y ahora están luchando por ella, con suero y en reposo absoluto esta pobre perra maltratada intenta recuperarse.
Los galgueros no se sacian, siguen matando, continuamos viendo los remolques en nuestras carreteras llenos de perros hacinados dispuestos para las crueles batidas y algunos canódromos no cierran sus puertas porque el negocio prima y los gobiernos pasan la mano. La ley sigue sin cumplirse y las únicas víctimas cuelgan de los árboles o se asfixian en bolsas de plástico.
